En este post, vamos a resolver una duda muy común en el entorno financiero: qué es un depósito bancario.
Un depósito no es más que un producto de ahorro en el que el cliente entrega una cantidad de dinero al banco para obtener a cambio un beneficio o rentabilidad. Normalmente, ocurre durante un determinado periodo de tiempo y favorece tanto al usuario, que se lucra con el dinero invertido, como al banco, que obtiene liquidez para futuros préstamos a terceros.
Se trata, además, de un producto que está íntimamente relacionado con las cuentas de ahorro, post que ya hemos tratado en anteriores ocasiones.
Después de ese periodo de tiempo, es decir, cuando se acaba el plazo pactado entre cliente y banco, la entidad queda obligada a devolver la cantidad introducida inicialmente más el añadido de una remuneración. El depósito bancario queda así sujeto a un periodo de tiempo y a unos requisitos de tiempo y cantidad de ahorro que se pacta al inicio de la contratación.
Lo más normal es que el banco ofrezca un tipo de interés mayor cuando el usuario contrata depósitos con plazos más altos. El cliente podría reclamar su dinero antes de lo pactado, pero en estos casos es habitual que la entidad financiera contemple algún tipo de penalidad.
Existen distintos tipos de depósitos bancarios, y cada uno de ellos se ajusta al usuario en función de sus preferencias:
La principal ventaja de tener un depósito bancario es que ganas dinero mientras ahorras. Además, se trata de un producto muy seguro que cuenta, en la escala de riesgos del 1 al 6, con el indicativo 1. Tu ahorro lo custodia el banco y cuenta con el respaldo del Fondo de Garantía de Depósitos, que cubre hasta 100.000 euros por cliente y entidad financiera.
Por si fuera poco, el cliente que contrata un producto de estas características conoce de antemano cuánto va a ganar y de qué forma. Siempre tendrá acceso inmediato y sin complicaciones a su dinero las 24 horas del día. Sin complicaciones, puesto que es una herramienta muy fácil de contratar y de consultar.
